María Zamora es enfermera y trabaja en el Servicio de Geriatría del Hospital Clínico San Carlos en Madrid. Es Postgrado en Cuidados Paliativos y se dedica a la docencia en el Grupo CTO. Se define, esencialmente, como una mujer curiosa y sensible.
En esta entrevista reflexiona sobre el cuidado al final de la vida, el valor que tiene de cara a la sociedad y las consecuencias psicoemocionales que puede acarrear un profesional sanitario que esté constantemente en contacto con la muerte.
¿Cómo debe ser el cuidado al final de la vida?
Respetuoso, consensuado, planificado y proporcional. Es importante que ajustemos las expectativas entre lo que nos gustaría lograr y lo que nosotros, como familia, amigos, profesionales y como sistema podemos proporcionar.
Es necesaria la autocrítica constante y la mejora continua por parte de profesionales e instituciones. ¿Estamos cubriendo las necesidades de cuidados de las personas vulnerables y de sus cuidadoras? ¿A qué se debe la falta de recursos y de planificación?
¿Crees que se aprecia el valor de ese cuidado?
Sí se valora, pero se da por hecho.
¿Por qué?
Se piensa que ha de ser así, pero pocas veces se reflexiona sobre la capacitación que acompaña a ese cuidado, sobre el nivel de profesionalización y especialización del cuidado al final de la vida.
¿Qué consecuencias psicoemocionales puede sufrir un profesional sanitario que se dedica al cuidado al final de la vida?
Aunque cada vivencia es muy personal, sin duda la especialización y los entornos laborales saludables facilitan el afrontamiento efectivo de situaciones de elevada complejidad y sufrimiento.
¿Has sufrido algún desgaste emocional durante la pandemia? ¿Cómo lo has gestionado?
Durante la primera ola de la pandemia trabajé en hospitalización. Trabajamos en equipo como siempre, pero más unidos que nunca, y supimos apoyarnos y comprendernos. Sin embargo, todos los profesionales hemos sufrido enormemente, tanto física como psicológicamente y aún seguimos recuperándonos de aquella primera ola y de lo que ha venido después.
¿Cómo viviste la primera muerte como enfermera?
Hubo un choque entre las muertes que viví antes de estudiar Enfermería y después. Antes de entrar en la facultad, la muerte para mí era un evento que, aunque triste, se compartía con la familia y la comunidad de una manera natural y cálida.
Sin embargo, el primer fallecimiento que presencié como alumna de primer curso de Enfermería fue, desde mi experiencia, totalmente distinta: fría, solitaria, carente de cariño. En ese momento comprendí que el entorno sanitario tenía un gran camino por recorrer, camino que, por cierto, pienso estamos construyendo adecuadamente.