No me pude despedir de mi padre. Mi familia no me dijo que se estaba muriendo.
No me esperaron para el funeral. Cuando llegué a casa, mi padre había desaparecido. Era como un sueño.
Mi familia no dejaba de hablar mal de mi padre y de insultarle una vez muerto. Mi familia intentó deshacerse de todos los objetos que recordasen a mi padre.
Mi familia me atacó sin piedad, sigo sin entender por qué. Estuve a punto de cometer suicidio.
Tres años han pasado, y sigo llorando por mi padre y sinténdome culpable por no haber estado allí cuando me necesitaba antes de morir.