No estés triste

Pedirle a alguien que no sienta tristeza no es como si agitáramos una varita mágica

¡Cuántas veces habremos escuchado o dicho este imperativo con el profundo deseo de ayudar! Tal es así que hasta el popular Manolo García en su canción No estés triste lo repite en su estribillo “por eso no estés triste, amor” mientras aporta un gran número de argumentos por los que el autor considera que es necesario dejar de lado esta emoción y sumergirse en el disfrute de la vida. Y es que la tristeza nos reduce la capacidad de sentir placer haciéndonos bajar el ritmo y modificando nuestros comportamientos y hasta nuestra postura corporal. De ahí que se diga que alguien “está cabizbajo” cuando está triste.

La tristeza aparece como una emoción más asociada a la evolución de la especie al llevarnos a considerar las pérdidas ya sean personales, materiales, físicas, laborales o de otra índole. Y decimos evolución porque en la evolución hay cambios, y al cambiar a veces ganamos pero también perdemos. La tristeza aparece como mecanismo de transición entre estas etapas haciendo balance del pasado y evaluando con qué contamos para continuar. En ocasiones, el balance nos dice que contamos con suficientes recursos y la tristeza pasa rápido. Pero hay otras situaciones que nos demandan más estrategias y apoyos para seguir adelante.

La tristeza es positiva, en el sentido de utilidad, cuando se produce ante una pérdida real, cuando es manejable y cuando nos lleva a detener algunas áreas de nuestra vida temporalmente, pero nos permite seguir adelante satisfaciendo nuestras necesidades más inmediatas. Sin embargo, hay que prestar especial atención cuando se manifiesta de una forma muy intensa, con mucha frecuencia, sin un motivo aparente que lo justifique e interfiriendo de forma significativa en nuestra vida personal, social o laboral.

Lo cierto es que pedirle a alguien que no sienta tristeza no funciona como si agitáramos una varita mágica. Es más, puede empeorar la situación porque lo que puede aparecer es el sentimiento asociado de frustración por el propio hecho de sentirse así y de no tener capacidad para controlarlo. Lo que suele resultar más reconfortante es aceptar y contextualizar la emoción, entendiendo que es válido sentirla, que aparece por algún motivo y que es transitoria. En este sentido, la transitoriedad aparece como una cura de esperanza.

Pedirle a alguien que no esté triste o intentar sacarle como sea de su pesar se debe al profundo deseo que sentimos de evitar el sufrimiento del prójimo, y, especialmente, de aquellos que nos importan.

¿Qué podemos hacer entonces cuando tenemos cerca a alguien que sufre  y nos gustaría ayudarle? Pues permitirle sentirse así, hacerle ver que tiene derecho a experimentarlo y acompañarle en el proceso mostrándonos accesibles pero respetuosos. Sólo así le brindamos un espacio para que pueda expresar lo que siente si le apetece o callar si es lo que necesita. Nuestra frase, por tanto, podría cambiar para convertirse en algo así: “Siento que estés triste, es normal sentirse así a veces. Puedes contar conmigo”.

Yurena Rodríguez

Psicóloga de la Fundación Salud y Persona

X

Regístrate y forma parte de Tu apoyo en red

¡Vamos!
Mano