El primer duelo que hacemos en la vida se produce en ese momento íntimo en que abandonamos, sin demasiadas alegrías el vientre materno. La Naturaleza no deja que recuerdan un dolor que nos hace arañar a la vida, nos hace llorar al tiempo respirar para adaptarse a un mundo absolutamente desconocido y diferente.
Entonces unas personas desconocidas hasta ese momento, la familia, la nuestra, la de cada uno, nos vienen a recibir, nos acogen y protegen. Así pues desde pequeños la familia lo es todo y que por la razón que sea no lo puede tener, lo echará de menos durante toda la vida.
El niño imita todo lo que hace la familia y también en la cuestión emocional. Por este motivo, para prever cómo será su tiempo de duelo, podemos fijarnos en la forma de gestionar el duelo dentro del entorno familiar. Hoy día observamos un intento por encima proteger a los demás de las emociones relacionadas con el duelo y si ellos ven que los padres esconden para llorar, pensarán que llorar es perjudicial y imitarán el modelo.
Actualmente debido al Covid19, vemos como están muriendo muchas personas de forma inesperada, la mayoría personas mayores pero que a pesar de la edad muchos tenían una vida equilibrada y activa. El confinamiento hospitalario por enfermedad impide a las familias poder cuidar y una posterior muerte hace que los difuntos no puedan ser despedidos por todos los que quisieran.
Por otro lado, encontramos como el confinamiento promueve una mayor interacción emocional familiar, donde todos los miembros comentan día a día las emociones y la situación de la persona amada.
Por este motivo, en el Hospital Universitario General de Cataluña, donde trabajo como enfermera referente en el duelo, intentamos acercar, a pesar de las normativas de la situación, los pacientes a las familias. Los estudiantes de Enfermería y Medicina hacen videollamadas familiares con las personas que no tienen móvil o no pueden utilizarlo. Las enfermeras cuelgan los dibujos de los niños o colocan objetos significativos.
Cuando la persona está cercana a la muerte, invitamos a un familiar a acompañarlo y este mediante videollamada o grabación de voz, hace que los demás familiares, sobre todo los niños, puedan también decirle lo que sienten.
Si la persona finalmente muerte, dada la imposibilidad de una despedida en ese momento, invitamos a la familia a escoger un objeto significativo de cada uno, escribirle una carta, una nota o una fotografía dedicada.
Los niños pueden hacer un dibujo y elegir un peluche o similar. Antes de ponerlo en una bolsa con el nombre del difunto, hacer fotos del recogido, y llevarlo a los servicios funerarios para que lo pongan encima del féretro.
Pocos hechos en la vida nos enseñan tanto como la muerte de quien amamos. Saber la verdad y encontrarnos acompañados en el dolor es todo lo que hay. Lo que se escribe en el libro de la vida de un niño, de una forma u otra, queda impreso para siempre.