Uno de los objetivos prioritarios de la medicina del siglo XXI se dirige a aliviar el sufrimiento. Si sabemos que el diagnóstico de una enfermedad oncológica está asociado a un alto impacto emocional y sufrimiento ¿por qué esperar a que se instaure el sufrimiento y no intervenir preventivamente para potenciar los recursos de los pacientes, familiares y sanitarios?